TRATA A LA VIDA COMO LA VIDA TE TRATA A TI


Seria lógico pensar que cuando la madre naturaleza creó los animales marinos, atareada como estaba en su obra, se olvidó de proveer a la caballa de vejiga natatoria.


Esta es un especie de pequeño balón, del que todos los peces se sirven (y lo llenan mas o menos de aire) para flotar entre dos aguas.


Así, la pobre caballa se ve obligada a nadar día y noche, sin descanso, para mantenerse a flote. Porque si se parase, iría al fondo como una piedra, donde acabaría aplastada por el enorme presión del agua.


Pero toda la gimnasia que la caballa se ve obligada a hacer le ha dado un cuerpo musculoso, ágil, capaz de deslizarse a una velocidad de 8 metros por segundo.


La caballa duerme durante el invierno, descendiendo al fondo hasta los 150 o 180 metros, sin volver a probar bocado. En primavera regresará a la superficie, uniéndose a sus hermanas en grandes bancos que recorrerán los siete mares, sin detenerse jamás.



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