Mujer increíble mirando a isla maravillosa

2004

Oleo sobre tabla
92x73 cm.



Y tras la retórica, la máscara desgastada del relato y los Relatos, deja
paso al metalenguaje: Un nuevo pliegue de espectáculo y
ensimismamiento, que se despliega en nombre de la verdad y el diálogo,
de la especificidad y la comunicación. En nombre de la autoreflexión
del lenguaje, de la conciencia crítica del enigma, lo que se renueva es el
enigma y su embaucamiento. El metalenguaje es la extensión de la
retórica hasta su último grado, su momento positivo, proyectivo. Es el
heredero de la retórica como ésta es la herencia de la dialéctica y la
demostración. El metalenguaje es ese pliegue demostrativo del discurso
sobre el discurso que lanza la ficción de una base de sustentación, de un
criterio de traductibilidad, de una posibilidad de transparencia. La
tautología es la forma sagrada del metalenguaje, la expresión de un
enigma sofisticado. Pero como la tautología, en su máscara de
transparencia y coherencia, oculta su propia opacidad y contradicción.
La tautología es el fingimiento espectacular y ensimismado de una
opacidad disfrazada de transparencia con la sugerencia de una opacidad.
Un doble pliegue de pistas falsas que gana su eficacia persuasiva más
allá de la retórica y la dialéctica, pero al mismo tiempo es su reducción
al límite, su autonomía y su realización. La retórica ha adquirido
autonomía y se complace e contemplarse en el espejo del enigma y el
laberinto. La mística y el misterio del metalenguaje es la expresión
moderna del laberinto. La mística y el misterio del metalenguaje, la
fragmentación del Hades, el infierno de la fragmentación, de la
incertidumbre ante la multiplicidad de encrucijadas y la exigencia de
una irreversible elección. La especialización aparece cuando la sabiduría
no aparece expresada por el recorrido del conocimiento. Como el
enigma del oráculo, el metalenguaje colapsa aquello que sugiere,
disuelve lo que toca, no responde a la razón y la mesura, sino a la locura
y la agonía. Prosigue la violencia del sentido.

Pero la realización del metalenguaje, su ensimismamiento, su
agotamiento, su dramatización, lo vuelven a convertir en un espectáculo
de sí, que adquiere entonces las formas engañosas de su contrario: la
apología es el metalenguaje después y dentro del metalenguaje. Después
y dentro de la tautología.