LA DESEDUCACIÓN SENTIMENTAL

    "Los hombres mueren, y no son tan felices"
    Calígula. Albert Camus

    En los últimos años del siglo XX, surgen profundas inquietudes respecto al
    sentido de la producción y transmisión de lo estético sobretodo centradas en
    la representación. De tal suerte se han criticado de una forma muy radical
    los patrones de transmisión masiva surgidos de la cultura y que afectan
    naturalmente al arte que hoy debe estar disponible para un número antes
    impensado de gente, pero también ha de ser producido por un número
    impensado de individuos.

    En la naturaleza existen centenares y centenares de millones de sucesos
    diferentes, todos ellos caracterizados por la peculiar trascendencia de ciertas
    propiedades inherentes a su normalidad conceptual, perceptiva y emocional,
    que los diferencian de otros sucesos. Estos sucesos se manifiestan en una
    gran variedad de formaciones, con un alto grado de inestabilidad ya sea por
    agentes externos inherentes o por su tendencia a la combinación con otros
    elementos, y debido a la velocidad de transformación con la que operan y
    los experimentamos, si no se condensan en condiciones ideales son difíciles
    de determinar.

    Las ciencias estéticas tienen por objetivo el estudio de todos los sucesos y
    todas las transformaciones que éstos puedan experimentar, lo que permitirá
    conocer mejor y más profundamente sus estructuras, sus mecanismos, sus
    reacciones, sus propiedades, sus aplicaciones y sus posibilidades, tanto en la
    formación de sucesos nuevos como en la continua transformación de tal
    suceso a estudio. Tal y como el lenguaje articulado sirve para convertir las
    abstracciones conceptuales y las complejidades sensoriales y emocionales
    en equivalentes concretos, para así poder condensar una gran cantidad de
    conocimiento, el arte satisface la necesidad cognitiva de condensación y de
    economía en el reino de los valores de los juicio perceptivos, afectivos y
    conceptivos. Ninguna otra actividad cognitiva ha sabido convenir de un
    modo tan poco excluyente estos ámbitos cognitivos tan distintos aunque
    complementarios. El arte se ha desarrollado como una experiencia capaz de
    integrar todos esos sistemas de simulación cognitiva (perceptiva, conceptual
    y emocional) en unidades de saber altamente sofisticados, tan alejados de la
    gigantesca especificidad semántica de una fórmula o teorema, como de la
    inespecificidad altamente emocional de un grito o una interjección. Y todas
    estas fisicidades tienen por objeto la representación: representación de la
    realidad, representación de un estado puramente afectivo, representación de
    conceptos y percepciones, representación de las relaciones que unen al
    artista con el mundo y al mundo y artista con hechos y casos que lo ocupan
    todo... la cuestión sobre la representación no está zanjada, y es probable que
    nunca lo esté. Sólo las filosofías pretenden darle respuesta, y su desacuerdo
    es total sobre ese punto. Pero estas unidades de saber altamente sofisticado
    suelen asociarse a ciertos soportes históricamente específicos ya sean por
    ejemplo pintura, escultura o video, pero que precisamente desde el siglo
    pasado y por fin liberados de un lenguaje específico tienen para Víctor Ulla
    una base común: el dibujo.


    * * *

    ¿Pero de qué estamos hablando cuando decimos dibujo? ¿Qué es un dibujo?
    ¿Y por qué un dibujo? o como el propio artista se planteaba en una de sus
    escasísimas entrevistas concedidas: ¿Para qué es un dibujo?
    Esta no es una cuestión intrascendente. Al plantearla Víctor Ulla se situaba
    estéticamente en la actualidad, en lo actual. Con ella abordaba la cuestión
    del profundo cambio que en palabras de Manuel Castells viene a ser el salto
    cuantitativo igual que cualitativo que supone el paso de una sociedad de la
    información a una sociedad informacional. El dibujo era la herramienta con
    la que enfrentarse a una compleja problemática como es el espacio que
    deben ocupar las ciencias estéticas en la sociedad mutacional en la que nos
    encontramos, cierre de un episodio que se remonta al renacimiento.
    El dibujo para Víctor Ulla ya no respondía como la habitual representación
    gráfica que por medio de lineas, trazos y sombras obtenidas mediante un
    grafito, una pluma, un pincel, piedra, o simple lápiz óptico es acotada y
    naturalizada en una tridimensionalidad dependiente del fingimiento espacial
    de perspectivas siempre en relación más o menos extensa con el plano físico
    bidimensional que nos permite representar esta o aquella realidad. Tampoco
    suponía una representación entendida como apertura cognoscitiva que haga
    presente una realidad, ni tampoco consistía en una presencialidad de una
    realidad basada en la veracidad o no del suceso, o la repetición de una
    supuesta presentación inicial o re-presentación, que de algún modo,
    manifieste un luminoso nuevo espacio. El dibujo o representación para
    Víctor Ulla no implicaba que no pudiese, en todos sus niveles, permitir un
    contacto inmediato con la realidad conocida.

    Para este artista la operatividad de la representación en las ciencias estéticas
    es tomada en función de emociones, percepciones y conceptualizaciones
    que transforman tal o cual suceso. Es la aprehensión para la construcción de
    una representación lo que interesa al arte. Es la ocupación de una fisura real
    en la realidad, es una realidad presente y actual lo que le interesa al arte. Y
    la realidad, en palabras de Víctor Ulla, es lo que hay, y todo lo que hay. Y el
    dibujo es la única manera de operar en ella.


    * * *

    Se presenta cualquier dibujo: ¿Cómo coordinarlo? ¿Cómo lo administra un
    artista? ¿Y el espectador? Un género de discurso como el artístico, un modo
    sin modo, suministra una regla y un conjunto de lecturas posibles sobre un
    dibujo, una serie finita que terminará con la muerte de la obra, es decir, un
    significado dado como último: su conversión en términos lingüísticos. El
    advenimiento de una interpretación infalible que por serlo se vuelve
    interpretatitis, es la reducción de lo vital a lo lingüístico. Entendido esto,
    Víctor Ulla comprende también que la interpretación es esa especie de
    asesinato, pero al mismo tiempo, ese intento de asesinato, o intento por
    reducir la obra a lo lingüístico, es lo que permite a la obra regenerarse en el
    tiempo. Cuantos más asesinos en calidad y cualidad existan más vida tendrá
    una obra.

    Existirán obras fácilmente convertibles en lenguaje, mientras otras se
    resisten, reafirmándose a cada nuevo envite. Obras de alta permanencia más
    allá de las dimensiones habituales de alto y ancho o largo es lo que persigue
    este artista disciplinar sobre la necesidad de añadir ya otras tres dimensiones
    extradiegéticas a la propuesta estética. Víctor Ulla avanzó suavemente con
    sus trabajos como un inspector que maneja pistas, señales y guías que
    repone intactas en su lugar, en sus obras, siempre sospechando como buen
    gallego tanto de la obra como del espectador, tanto de la certeza como de la
    veracidad del muro. Recogía y sembraba símbolos y signos más o menos
    fiables, poros y marcas más o menos con la sana intención de unificar
    trascendentalmente imagen y dibujo, metáfora y término real, articulando
    por medio del síntoma las recursividades inherentes al espacio existente tras
    el muro y el espacio inexistente ante él, plegando con ese muro y sus
    extensiones para que no quedase espacio alguno entre vida y sueño.


    * * *

    La estética que reflexiona sobre filosofía, o mejor, el dibujo que reflexiona
    sobre estética, se encuentra a la hora de intentar articular unas condiciones
    íntimas de posibilidad con un gran número de problemas para proyectarse
    como discurso capaz. La estética espera algo de la filosofía, algo que sólo el
    dibujo puede darle. ¿Qué es? Conceptos quizás ¿El dibujo se ocupa acaso
    del concepto? ¿Es el trazo un concepto? ¿El trazo es dibujo? ¿Hacia dónde
    arrastraría el dibujo a la estética si pudiese operar como un discurso real?
    Quizás no haya espacio en esta introducción para enumerar la posibilidades
    del dibujo como discurso, pero sí lo hay en la obra de Víctor Ulla.

    Dado el estado actual de las complejas relaciones existentes entre estética,
    dibujo y filosofía presentes en su obra, resaltaremos dos ejes primordiales
    con los que poder recorrer sus marcas: El primero incumbe a la noción
    misma de dibujo, a la actividad de dibujar en cuanto a género de las Bellas
    Artes. El otro problema consiste en saber si es legítimo cubrir con el mismo
    vocablo cosas tan diferentes como lo que hacían los hombres de Altamira o
    las obras de Art&Language o Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Saber en
    definitiva si trazos y sombras obtenidas mediante grafito, pluma, pincel o un
    simple lápiz óptico es suficiente para reconocer un dibujo. Saber si entre
    estos usos dispares de la palabra dibujo hay relaciones de homonimia, de
    sinonimia, antonimia o semejanza. Saber si tenemos derecho a hablar de
    una nueva "historia del dibujo"... Víctor Ulla, el dibujante, cree que sí: "la
    verdad es que desde el neolítico no habíamos visto un desplazamiento y
    contagio cultural tan numeroso, y esto no es casualidad; quizás sea la hora
    de considerar los factores comunes y replantearnos una cierta vuelta al
    origen, recordando que una segunda vez es una primera segunda vez".
    En ocasiones, ciertos enclaves se comportan como espacios fronterizos. Es
    retomar el testigo del antiguo dibujo para convertir los límites en territorio
    donde la historia y sus alturas convivan en un mismo espacio y en un mismo
    tiempo. Son coincidencias fortuitas, encrucijadas pendientes que de forma a
    menudo inconsciente en origen, entrelazan los destinos de las producciones
    de épocas lejanas que nunca estuvieron realmente tan separadas... es la
    presencialidad histórica que la cultura no supo evitar o supo conseguir.


    * * *

    Y desde este límite hecho territorio basa Víctor Ulla toda su producción,
    desaprendiendo lo inequívocamente artístico que la academia le dictó,
    avanzando por medio de un dibujo de precisión que iguala lo teórico con lo
    práctico, siendo la teoría camino para una nueva práctica que a su vez es
    camino para una nueva teoría en una cadena interminable. El dibujo de
    Víctor Ulla es estirpe oblicua, un dibujo que es manierismo conceptual con
    características propias que no son el papel y el lápiz, sino más bien una
    manera de concebir la materia, de analizar y canalizar pendularmente los
    sucesos para apropiarse de ellos y regenerarlos en una red de complicidades
    e intercambios espaciales y temporales que exploten e implosionen hasta
    conseguir una síntesis eficaz más que original en compromiso con el Otro.
    Esta vuelta al origen, esta segunda primera vez, es el motivo por el cual al
    recorrer su obra surge una extraña sensación de familiaridad, una suave
    sensación de caduco retorno, un jamais vu de todos aquellos fantasmas
    postmodernos que conservan la doctrina del compromiso que finalmente
    desaparece. Apariencias que desvanecen toda reglamentación, toda postura
    en las distintas producciones culturales, en aquellos naturalismos que nunca
    en definitiva se desprenden de la pintura, la escultura y la fotografía o el
    video y las acciones. Estas reglas fueron cayendo de sus trabajos como piel
    de serpiente hasta que sólo quedó el dibujo. Un dibujo sutil, borroso y lento.
    Una verdadera deseducación sentimental que palpamos al recorrer su obra.
    Recurriendo a diferentes lenguajes todo lo dibujaba, en todo se cruzaba para
    crear cruces, ya fuesen en diagramas, esquemas, mapas o territorios de los
    lenguajes abordados para conseguir los acoplamientos de una estética
    efectiva. Todo en todo. Un descubrimiento que permite traducir pautas de
    conducta y rutinas de trabajo útiles para el día a día en aquel lento y
    constante progreso que fue su obra. En ella crecía la idea de mutación
    desalojando poco a poco a las de evolución y desarrollo. Quedando
    solamente el sentimiento de sentirse póstumo, sentimiento que nunca le
    permitió comprometerse demasiado con nada.

    Víctor Ulla (Santiago de Compostela, 1979-2009) realizó sólo una
    exposición individual en vida. Su producción siempre estuvo marcada por
    una figuración sucia pero exacta interesada por prescindir la buenafactura
    característica del arte. El humor y la elegancia, las imágenes inapropiadas,
    las imágenes populares, los planos políticos y las reglas esperadas son
    características que aseguraron que Víctor Ulla nunca fuera identificado ni
    con el pop, ni con el arte público o el conceptual. Dejó a un lado todas estas
    rotulaciones respondiendo que todas las obras de arte tienen algo de
    conceptuales como todo concepto tiene algo de pop. Era una cuestión de
    intensidades. Y así se hizo. En sus pinturas, fotografías, objetos y acciones
    siempre encontraron lugar ciertos iconos de nuestra sociedad que llamaron
    su atención por lo inaprehensible de los espacios que gestionaban y que el
    utilizó para articular lo que alejaba a cada uno de esos iconos del dibujo,
    como para asegurar una belleza alcanzable del arte más allá de lo visible o
    invisible, de lo visto y lo sabido, de lo real o lo ficticio.

    Al simular invisibilidad frente a su invisibilidad, Víctor Ulla se situó en una
    difícil posición con lo institucional. Esto no supuso descanso alguno para la
    continua creación. Donde siempre estuvo. Haciendo lo que siempre hizo.
    Habitando en la misma casa. Frecuentando los mismos lugares. Dibujando
    al mismo ritmo de siempre y no exponiendo nada. A todos los efectos seguía
    siendo el mismo, pero el caso es que no se le veía, y eso, cuando menos, era
    un enigma. Sus únicas figuras eran nuestras imágenes, sus imágenes, que de
    manera cortante y literal cuestionaron el valor del arte asumido como nunca
    separado de la vida. Pronto se confirmó. Al simular invisibilidad frente a su
    invisibilidad, el 12 de mayo del año 2009 Víctor Ulla dejó de ser invisible
    sin volver a ser visible. ¿Entonces qué demonios era ahora? No había ni tan
    siquiera lugar. Era un desaparecido. Pasó de ser un enigma corriente a ser
    un hombre en peligro. Una mañana nos levantamos y él ya no estaba.
    Era una primera segunda vez. Y por ello no nos negarán hoy ustedes que no
    ser artista y ser invisible es el colmo de la artisticidad.