La perspectiva aérea o perspectiva atmosférica es el método con el cual se produce una sensación de profundidad en una pintura, al imitar el efecto de espacio que hace que los objetos se vean más pálidos, azules y nebulosos o menos distinguibles a distancia media y lejana. El término fue acuñado por Leonardo da Vinci, pero la técnica pudo haber sido empleada ya en las antiguas pinturas murales grecorromanas de Pompeya. Se descubrió que el polvo y la humedad en el ambiente causaban la dispersión de la luminosidad; siendo la luz de longitud de onda corta (azul) más diseminada y la luz de longitud de onda larga (roja) menos esparcida. De hecho, el oxígeno es el motivo por el cual veamos más "borrosas" las cosas lejanas que las cercanas.


El diseño Nh es un cartel que se distribullo por diferentes espacios de la comunidad autónoma gallega formando parte de una serie de acciones y propuestas, que se originan en la necesidad de un think tank o tanque de pensamiento operativo en Galicia. Este think tank aspira a ser una institución y organización investigadora que ofrece consejos e ideas sobre asuntos de política, comercio e intereses varios para la comunidad. El nombre proviene del inglés, por la abundancia de estas instituciones en Estados Unidos, y significa "depósito de ideas". Algunos medios en español utilizan la expresión "fábrica de ideas" para referirse a los think tank.


A menudo están relacionados con laboratorios militares, empresas privadas, instituciones académicas o de otro tipo, normalmente se trata de organizaciones en las que trabajan varios teóricos e intelectuales multidisciplinares que elaboran análisis o recomendaciones, más o menos políticas. Un think tank tiene estatus legal de institución privada (normalmente en forma de fundación no comercial). Estos trabajos aspiran a tener un peso importante en la regulación de una región legal y emocional por su capacidad de influencia sobre la política en sus respectivos ámbitos, para dinamizar la relación del individuo ya no con el espacio público sino con sus leyes y aun más, con la toma de decisiones trascendentes que se realizan en su entorno.


La crisis global mundial ha abierto la puerta para empezar a debatir ideas, estructuras y políticas en el ámbito económico que durante décadas se habían erigido en verdades absolutas.


La caída del Muro de Wall Street no ha sido sólo la explosión de una burbuja especulativa de una exuberancia irracional del capitalismo, sino que ha puesto en terreno de discusión una forma de pensar y abordar la cuestión económica, más allá de su tamaño. Es una cuestión relacional. Esto no significa que el poder financiero dominante y hoy golpeado vaya a retroceder sin dar batalla, porque no se trata de eliminar tal modelo sin dejar rastro. Es probable que se repliegue para preparar la reconstrucción de su hegemonía dado que aún preserva importantes espacios en el ámbito de decisiones políticas, en organismos multilaterales, en las tecnoburocracias y en centros difusores de ideas denominados think tank. La penetración de concepciones financieras para el análisis del complejo universo de la economía ha sido lo suficientemente profunda para aún sobrevivir al actual derrumbe. Si bien en una magnitud irrelevante ante la debacle global, la crisis argentina de 2001 expresó el fracaso del neoliberalismo y lo dejó en evidencia como un modelo de exclusión. Pero superado el shock del desmoronamiento y con la recuperación de la economía, esas ideas han vuelto a exponerse con bastante vitalidad. Incluso en un contexto internacional que no es muy propicio para esa corriente, porque su fracaso global es tan ostensible que resulta una extravagancia doméstica la potente presencia de sus abanderados en la política y en la economía. Existen varias razones para comprender ese renovado vigor del pensamiento neoliberal y su influencia cultural en un sector de la población. Una de ellas refiere a la debilidad de los partidos políticos y a la dificultad para constituir fuerzas sociales que puedan canalizar la ausencia de esos espacios de expresión. Esa fragilidad empezó a manifestarse con la salida política de la hiperinflación, se profundizó en la década del ’90 y fue contundente con el estallido de 2001. Pero esa debilidad no se refleja solamente en alianzas oportunistas o en candidaturas controvertidas en los momentos de la contienda electoral, sino en la capacidad que perdieron gran parte de los partidos o fuerzas políticas de ser protagonistas del debate de ideas. Como fruto de la lógica impuesta por el predominio del mercado, esa tarea quedó en manos de grupos de técnicos e intelectuales reunidos en think tank, destacándose los dedicados a temas económicos.


El término think tank, que se ha traducido como “laboratorio de ideas”, tiene su origen inmediato en la Segunda Guerra Mundial. El investigador del Centro Argentino de Estudios Internacionales Ariel González explica que, “si bien la palabra think tank nació luego de la Segunda Guerra Mundial haciendo referencia a una habitación segura donde podían discutirse planes y estrategias, y se utilizó por primera vez en los años ’50 para describir a las organizaciones de investigación por contrato, como la RAND Corporation, la mecánica y la esencia de estas instituciones cuasiuniversitarias nacieron a principios del siglo XX”. En el documento Radiografía de los Think Tank en el diseño de la política exterior: un abordaje exploratorio, González destaca que una característica singular de las TT de esa época era su interés por “despolitizar el proceso político”, particularidad que se mantiene hasta ahora. En un relevamiento para un ranking global, realizado por Foreign Policy y la Universidad de Pensilvania, Filadelfia, Estados Unidos, se detectó la existencia de 5465 think tanks en 170 países de todo el mundo.


Las fuerzas profundas que impulsaron este crecimiento sideral fueron la interrelación creciente de expertos con el sector empresario y político que llevó a impulsar institutos con tendencia ideológica marcada”, apunta González. Esos centros apuntan a vincular sectores empresariales, políticos, académicos y –en este último tiempo con mayor énfasis– el de los medios masivos de comunicación. González precisa que el objetivo de ese tipo de instituciones es el de ser el centro de una telaraña conectando a cada uno de esos sectores. Para lograr este objetivo requiere de tres condiciones: 1) preservar la credibilidad, 2) ganar la atención de los que deciden y 3) asegurarse financiamiento.


Este último aspecto resulta clave para comprender el predominio de centros de estudios del sector privado que luego pasan sus técnicos al Estado para cuidar el interés de grupos empresarios. Grandes firmas y bancos son el sostén financiero de muchos think tank, que por lo tanto se convierten en difusores de ideas, en arquitectos de proyectos y, finalmente, en ejecutores de iniciativas que benefician a sus “filántropos”. Así, profesionales que muestran el aura de independientes son técnicos de think tank que se instalan en espacios del poder político o en medios de comunicación para impulsar políticas públicas que vienen a servir a intereses sectoriales. Varias de esas organizaciones también ofrecen servicios de consultoría cuando en realidad se presentan como instituciones académicas. Se transforman así en instrumentos de presión de determinadas elites políticas y económicas, que se sirven de ellas para alcanzar mayor influencia.